sábado, 12 de marzo de 2011


UNA NARRACION:

¡MAMA!  ¡MAMA! ¡AHI VIENEN¡¿QUE VAMOS HA HACER? Esas son las palabras que  recuerdo con más miedo y que hasta el día de hoy me hacen palpitar muy rápido el corazón.
!Estábamos en plena  Revolución Mexicana¡
Se escuchaban balazos por todos lados… todos teníamos mucho miedo, en casa estábamos solo mis 3 hermanos adolescentes, mis cuatro hermanas de 10, 9, 8, 7 y yo de 6 añitos… a mi padre ya se lo había llevado la “leva” y no sabíamos nada de él.
¡CORREN, YA SABEN  DONDE ESCONDANSE HIJOS!! Mis hermanos corrieron al coral y se metieron entre la pastura en un  rincón hueco que había en la esquina del cuartucho y que cubrían con pastura.
Mis hermanas corrieron y se metieron atrás del pretil de la cocina, donde ya estaba preparada para dicho fin, esconder y guardar a  las mujeres de la casa…  pero mi mama? Que iba a ser de ella… yo no podía dejarla sola… no yo me quedaría con ella…
Me agarre de las faldas de mi mamá y no hubo quien me pudiera separa de ella, mi madre ordeno a mis hermanas “SALVENSE USTEDES ¡CORRAN, ESCONDANSE!” ya se escuchaban el sonido del trote de  los caballo acercándose a nuestra casa.
¿QUIEN VIVE?... Se escucho la grave voz de un hombre, ¡el pobre parecía Santo  Cristo!, todo ensangrentado, sucio, muerto de hambre  causaba miedo revuelto con un sentimiento de lastima.
Atrás de él otro montón de hombres en estado igual o peor.
-¡Tenemos hambre ¡!danos de comer mujer! Escuche muerta de miedo…
-No tengo nada para darles…soy muy pobre, no tengo ni marido…
-Y tus hijos?
-Cuales? Ya me los acabaron
-y tus hijas?
-Se fueron a Morelia con su abuela…
- Pues aun que sea unas tortillas danos…
-Pues vamos a la cocina…
Mi  madre temblaba, yo lo sentía perfectamente, pues lo único que se le ocurrió a mi madre fue esconderme debajo de todas sus enaguas .
Estaba tan oscuro, tenía tanto calor, y ahora teníamos que caminar, las dos juntas lentamente, pues ¡sabe  Dios lo que pasaría si me descubrían!
Por fin llegamos, se acomodó junto al fogón, lo bueno es que tenía muchas tortillas, y un molcajete lleno de chile martajado.
Los hombres se dieron un atracón, no dejaron ni rastro ni de tortilla, ni de salsa.
Le dieron las gracias a mi madre y GRACIAS A DIOS se fueron por donde llegaron.
No se si fue la suerte o la mano de Dios, pero  aquí estoy vivita y recordando aquel día, que hasta la fecha no me deja dormir.
ESTA ANÉCDOTA FUE UN HECHO REAL,   ME LA CONTO MI ABUELA PATERNA.

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